sábado, 3 de octubre de 2009



No alcanza,
nunca alcanza
la tormenta
infecunda,
solitaria,
a cubrir el desierto.







Hubo un día como nunca habrá,
un día blanco, un día entero;
un campo amarillo de trigo
y una canción
bailando con las olas.
Hubo una tarde roja,
un cielo de oro,
un sol único
que no volvió a salir.
Hace mucho tiempo,
o ayer quizás,
hubo un minuto, un día,
una eternidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario